¿Cual es tu cuentito?
El cuentito es la novela mental para ayudarnos a explicar lo que estamos viviendo. Muchos de esos cuentitos se alojan en nuestro sub-consciente por mucho tiempo, y dirigen nuestras vidas sin que nos demos cuenta. Me explico.

Basado en los hechos que hemos vivido, se crean conclusiones ante los ojos del niño, que no son del todo ciertas.
Por ejemplo: “Si saco buenas notas, papa y mama me van a querer mucho. Van a estar orgullosos de mi”. Eso esta bien.
Sin embargo, ¿Qué tal si saco malas notas?
De ahí puede salir otro cuentito (implícitamente).
“Si saco malas notas me van a querer menos. O me van a dejar de querer”.
Y de ahí: “Si me dejan de querer me van a abandonar.” “Si me abandonan me dejan de proteger”. “Mi vida esta en peligro”.
De ahí llegamos a la conclusión (errónea) de que: “Si saco malas notas me voy a morir”.
Caemos en una lucha por sobrevivir que nos abruma y que puede tornarse traumática.
El panorama se sigue complicando. ¿Qué tal si me acusan injustamente de algo? ¿Qué tal si saco malas notas porque la maestra fue injusta conmigo? (Lo que me puede llevar a la muerte).
Esto no puede ser. Tengo que defenderme a toda costa. Pelear para probar mi inocencia. Hay que probar que la mala es la maestra. Tal vez así sobreviva (de acuerdo al cuentito).
El cuentito se puede seguir complicando cuando entran los valores religiosos, y los interpretamos de acuerdo a la percepción y a los miedos infantiles. Lo sacamos de contexto. Se crean aun mas creencias erróneas. Si nos equivocamos, no solamente vamos a morir, sino que Dios nos va a castigar y podemos terminar en el infierno.
Esto se convierte en un estilo de vida. Crecemos creyéndonos estos cuentitos, y defendiéndonos de un peligro percibido (que ni siquiera real).
Cuando crecemos:
Mientras vamos creciendo y madurando, soltamos algunos cuentitos pero nos quedamos con otros (sin darnos cuenta). Mentalmente sabemos que el cuentito no es real, pero el miedo sigue ahí. Todavía nos estamos imponiendo expectativas irrealistas basadas en el cuentito infantil.
Mientras crecemos, nos graduamos y cambiamos nuestro entorno, ajustamos el cuentito para que se acomode a nuestra nueva vida. Re-asignamos los personajes.
Ya no es el maestro el que me quiere desacreditar (castigar y matar). Ahora esta el jefe tratando de botarme injustamente. También le asignamos personajes a la pareja, al vecino, al padre/madre de nuestros hijos, a la suegra, a la policía, los políticos, etc. Siempre es culpa de ellos.
Implícitamente sigue el cuentito activo en nuestro subconsciente. “Si me equivoco, o si no cumplo con las expectativas, habrán consecuencias trágicas.” “Por lo tanto, doy la vida por probar que no me he equivocado.”
Obviamente seguiremos cometiendo errores, por lo que vivir con un cuentito como ese se torna en una carga bien grande, y una pelea interna constante.
La mayoría de las inseguridades que limitan nuestro crecimiento, se relacionan con los cuentitos.
Gastamos toda nuestra energía en defendernos de un enemigo que ni siquiera existe. Peleamos con molinos. Los berrinches se tornan mas grandes que nosotros, y llegamos al punto en que no podemos controlarlos. Esto nos lleva a dañar la relación con nuestros seres queridos. Sacamos de proporción cualquier situación insignificante que nos ocurra. Nos frustramos. Nos agotamos. Lo peor es que ni siquiera sabemos por que estamos peleando. Es terrible.
Tomando consciencia:
Cuando entremos en nuestro proceso personal, podemos descubrir el origen de la situación.
¿Por que tengo reacciones desproporcionadas en esta situación? ¿Por qué me siento atacado? ¿Por qué siento tanto miedo? ¿Por qué siento que me muero? ¿Verdaderamente estoy en peligro de muerte?
Desde la percepción de un niño, donde su madre lo es todo, puede resultar trágico pensar que si me equivoco (o no saco malas notas), ella dejara de quererme. No obstante, una persona “adulta” que no ha trabajado sus heridas de la niñez seguirá repitiendo el mismo patrón del niño herido. Continuará atrayendo situaciones similares que lo lleven a la misma desproporción. Se forma un circulo vicioso.
Reconciliación:
Cuando llevamos a la consciencia nuestras heridas y traumas del inconsciente, podemos trascender estos patrones.
A través de las Constelaciones Familiares, podemos ir simbólicamente al momento en que se genero la herida. Desde ahí, como adultos conscientes, podemos abrazar a nuestro niño herido y reconciliarnos con la historia tal como fue.
Como adultos conscientes sabemos que estamos seguros. Ya no es necesario que el cuentito dirija nuestras vidas. Podemos vivir plenamente.
Y tu: ¿Vives desde tu adulto consciente o desde tu niño herido?
¿Te gustaría tener un cambio en tu vida?
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